
06 Mar Responsabilidades: ¿cuáles son las tuyas y cuáles no?
En nuestra vida profesional y personal, los resultados que obtenemos no dependen exclusivamente de nosotros ni de los demás. En casi cualquier situación, hay un cierto grado de responsabilidad que compartimos, y reconocerlo nos permite influir de manera positiva en el desenlace.
Ahora bien, hay que saber diferenciar entre “lo que es nuestro” y lo que pertenece a los otros. ¿Por qué? Para evitar el agotamiento y mantener el equilibrio. En este artículo vamos a conocer los límites de la responsabilidad; dónde termina la tuya y dónde empieza la de los demás.
⚖️ La responsabilidad: dónde termina la tuya y dónde comienza la de los demás
Tus pensamientos, tus acciones, tus decisiones y el esfuerzo que ponés en lo que hacés… todo eso es tu responsabilidad. Del otro lado están las elecciones, emociones, compromisos y elecciones de los demás, que son responsabilidad de esas otras personas.
Pero también podés elegir involucrarte en cómo impactan tus acciones en los demás. No se trata de cargar con lo que le corresponde al otro, sino de reconocer que podemos incidir en cómo se desarrolla una situación sin asumir el control absoluto.
Sin embargo, en la práctica, esto es más complejo de lo que parece. Muchas veces nos desconectamos del impacto que generamos en los demás o, por el contrario, absorbemos preocupaciones y responsabilidades ajenas casi sin darnos cuenta.
🔍 ¿Cuántas veces te encontraste involucrado en una situación en la que podrías haber hecho algo diferente para mejorar el resultado, ya sea en lo laboral o en lo personal? Por ejemplo:
- Asumiste una tarea en el trabajo que nadie quería hacer, pero en lugar de simplemente tomarla, podrías haber promovido una conversación para distribuir mejor las responsabilidades.
- Un compañero dejó una tarea sin terminar y, en vez de pedirle que lo hiciera, preferiste arreglarla vos para evitar inconvenientes. ¿Qué hubiera pasado si, en cambio, le ofrecías apoyo para que aprendiera a completarla?
- Te preocupaste más que tu jefe por el éxito de un proyecto, revisando detalles, corrigiendo errores y asegurándote de que todo estuviera alineado. ¿Cómo podrías haber gestionado esto sin asumir una carga excesiva?
- Sentiste que era tu responsabilidad que alguien de tu equipo hiciera bien su trabajo y terminaste haciéndole parte de sus tareas. ¿Cómo podrías haberlo acompañado sin quitarle su autonomía?
- Un amigo o familiar estaba indeciso sobre un cambio importante en su vida y, en vez de acompañarlo en su proceso de decisión, intentaste resolverlo por él. ¿Cómo podrías haberlo guiado sin decidir en su lugar?
- Un compañero de trabajo estaba de mal humor y su enojo terminó afectándote. En lugar de absorber su frustración, podrías haber elegido involucrarte desde otro lugar. ¿Cuál? Escuchando, pero sin cargar con su estado emocional.
- Postergaste tus propias prioridades por ocuparte de los problemas ajenos. ¿Cómo podrías haber ayudado sin descuidarte a vos mismo?
No se trata de desligarnos ni de asumir todo como propio, sino de encontrar el punto de equilibrio: estar presentes y comprometidos sin perder nuestra propia autonomía.
🚨 3 motivos por los que asumimos responsabilidades que no son nuestras
En Grow, creemos que somos responsables de los resultados en los que estamos involucrados, pero eso no significa que debamos cargar con todo o absorber las emociones ajenas. Ser responsables implica elegir cómo nos involucramos y de qué manera podemos contribuir, sin desbordarnos.
Muchas veces asumimos tareas y preocupaciones que no nos corresponden. Aunque a corto plazo parezca que estamos ayudando o evitando conflictos, esto puede generar desgaste y frustración con el tiempo. Pero, ¿por qué pasa esto? 🤔 Hay al menos tres motivos comunes:
1. Decimos “sí a todo” porque no queremos conflictos
Nos cuesta decir “no” porque tememos generar malestar en el otro, incomodar o, lo que es peor, provocar un conflicto del que no queremos ser parte. Para evitar esos posibles momentos de tensión, terminamos aceptando tareas y responsabilidades ajenas.
Si bien a primera vista esto puede parecer una estrategia para mantener la paz y la calma, nos sobrecarga y hace acumular estrés.
Ejemplo:
Tu jefe te pide que termines una presentación que le correspondía a otro compañero. Como no querés decirle que no, porque puede generarse un problema, aceptás sin cuestionarlo. ¿El resultado? Te quedás hasta tarde para cumplir con esa tarea.
✅ Cómo manejarlo:
- Practicá la asertividad: Aprendé a decir “no” de manera clara y respetuosa.
- Establecé límites: Preguntate si realmente tomás la tarea por decisión propia o por presión.
- Proponé alternativas: Sugerí quién debería encargarse o cómo resolver la situación en equipo.
2. Buscamos la aprobación a través de la responsabilidad
El deseo de agradar y ser aceptado nos lleva a demostrar nuestro compromiso con los demás de la manera más visible posible: haciéndonos cargo de absolutamente todo. Este es uno de los motivos más frecuentes de asumir una responsabilidad que no es nuestra, porque sentimos que dejamos de ser valiosos o importantes para el otro si no lo ayudamos.
Entonces, cuando siempre priorizamos a los demás por sobre nuestras propias necesidades, terminamos agotados y frustrados tarde o temprano.
Ejemplo:
Un compañero de trabajo siempre te pide ayuda con sus informes porque “sos muy bueno con los detalles”. Lo ayudás, pero te das cuenta de que al final él no se esfuerza en mejorar y vos terminás haciendo parte de su trabajo.
✅ Cómo manejarlo:
- Aprendé a delegar: Ayudar una vez está bien, pero no cargues con el trabajo de otros regularmente.
- Tené presente cuál es tu valor: No depende de cuánto hacés por los demás, sino de tu propio desempeño.
- Identificá responsabilidades: Preguntate cuándo realmente es tu responsabilidad y cuándo estás haciéndolo por querer agradar.
3. Desconfiamos en cómo lo harían los demás
El perfeccionismo es otro de los aspectos que nos juega en contra. “Si no lo hago yo, el resultado va a ser un caos”. Esta idea puede tener algo de verdad, en ciertos casos, pero impide que los demás crezcan y se hagan responsables de sus propias tareas.
El hecho de delegar no significa que perdés el control, sino que das espacio para que otros aprendan y se desarrollen. Sino, ¿cómo lo harán?
Saber por qué nos cuesta soltar ciertas responsabilidades es el primer paso para empezar a hacer cambios sobre cómo manejamos nuestras responsabilidades y prioridades. ¿Te identificaste con alguno de estos motivos?
Ejemplo:
Sos líder de un equipo de marketing y, en vez de asignar y distribuir las tareas importantes a tus colaboradores, preferís hacerlas vos mismo. Porque pensás que nadie las puede hacer mejor o con el mismo nivel de detalle. Así, terminás sobrecargado y tu equipo no puede desarrollar nuevas habilidades.
✅ Cómo manejarlo:
Aceptá que “hecho” es mejor que “perfecto”: Esto quiere decir que no todo tiene que ser exactamente como lo harías vos. ¿Y si hay alternativas? ¿Y son igual de buenas o, incluso, mejores?
Fomentá la autonomía en tu equipo: Cuanto más confíes en los demás, más rápido podrán crecer profesionalmente.
Delegá con confianza: Explicá qué se espera y brindá el apoyo necesario, pero permití que otros se equivoquen y aprendan. Eso es parte del proceso.
📊 ¿Cómo gestionar la responsabilidad de forma consciente?
No siempre es fácil diferenciar entre lo que realmente nos corresponde y lo que tomamos por hábito, miedo al conflicto o deseo de aprobación. Para ayudarte a reflexionar, analizá estas situaciones y pensá en qué sentido son (o no) tu responsabilidad.
Situación | Preguntas para reflexionar 🤔 | ¿En qué sentido es mi responsabilidad? ✅ |
Asumí una tarea que nadie quería hacer en el trabajo. | ¿Acepté por compromiso o por miedo al conflicto? ¿Cómo puedo comunicar mejor mis límites? | Es mi responsabilidad si decidí hacerlo de forma consciente y alineado con mi rol. |
Solucioné un error de un compañero en lugar de pedirle que lo arregle. | ¿Estoy apoyando o impidiendo que otro aprenda? ¿Qué pasaría si lo dejara asumir su error? | Puedo ayudar, pero no hacerme cargo si el error es parte del aprendizaje de otra persona. |
Me aseguré de que alguien de mi equipo haga bien su trabajo, corrigiendo y guiándolo en exceso. | ¿Estoy enseñando o haciendo el trabajo por él? | Como líder o mentor, guío y acompaño, pero permito autonomía. |
Absorbí el mal humor o frustración de un compañero. | ¿Cómo puedo involucrarme sin cargar con emociones que no me corresponden? | Puedo acompañar y escuchar, pero no hacerme cargo de sus emociones. |
Dejé de lado mis prioridades para ayudar a alguien más. | ¿Estoy dejando mis necesidades de lado de forma habitual? ¿Cómo puedo encontrar un balance más saludable? | Es mi responsabilidad si lo hago desde una decisión consciente y equilibrada, no por culpa o presión. |
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